
„Ohne Netze fahren die Fischer nicht aufs Meer“ ist einer der Sätze, mit denen die Redeiras der Atlantikküste seit Jahren um Anerkennung für ihren Beruf kämpfen. Redeiras sind die Frauen, die Netze montieren und flicken. Große Fangnetze werden nicht fertig geliefert, sondern aus Netz, Tauen, Blei und corchos zusammengesetzt.
Als wir Chus und Rosa in der Werkhalle im Hafen von Portosín zum ersten Mal besuchen, sitzen sie auf kleinen Hockern in einem Netzhaufen, in großer Eile beschäftigt mir der Reparatur eines Netzes de cerco von etwa 800 m Länge. Eine Handvoll Fischer gehen ihnen zur Hand und nähen mit großen Stichen in weißem Garn, ein Provisorium, wie wir lernen, das später von Chus und Rosa durch eine solide Reparatur ersetzt wird, bei der alle Maschen neu gebildet und mit Knoten gesichert werden. Die Männer haben ihr Netz am Vorabend gründlich zerrissen, und das sei nun ihre Strafe, sagen sie. Mit jedem Tag, den sie nicht aufs Meer fahren, verlieren sie viel Geld, darum die Eile und die Provisorien.
Eile, Kälte und Nässe prägen oft die Arbeit der Redeiras. Darum setzen sie sich dafür ein, den Fischern gleichgestellt zu werden und vorzeitig in Rente gehen zu dürfen. Netze flicken war immer eine Arbeit der Frauen und lange Zeit übersehen und wenig gewürdigt. Heute ist es schwer, Nachfolge für diese Arbeit zu finden. Um sie zu lernen, arbeiten die Anfängerinnen jahrelang Seite an Seite mit denen, die es schon können, zunächst nahezu unbezahlt, das zieht keine Bewerberinnen an. Auch für die erfahrenen Redeiras ist es nicht attraktiv, ihre Zeit der Ausbildung zu widmen, ohne dafür bezahlt zu werden.
Rosa zeigt uns das Heft, in dem sie jedes neu montierte Netz aufzeichnet, in einem für uns unlesbaren Notationssystem.
Chus montiert für uns ein nicht-funktionales Netz aus gebrauchtem Material, 10 x 20 m, als Theatervorhang für die Aufführung in der Auktionshalle der Confraría de Pescadores in Porto do Son.
“Sin redes, los pescadores no salen al mar“. Esta frase ejemplifica los años de lucha de las redeiras de Cambre, pero también de toda Galicia, para lograr el reconocimiento de su profesión. Las redeiras son las mujeres que montan y remiendan las redes. Las grandes redes de pesca no se entregan ya hechas, sino que se ensamblan en la red las cuerdas, el plomo y los corchos.
Cuando visitamos por primera vez a Chus y Rosa en la nave donde trabajan en el muelle de Portosín, están sentadas en pequeños taburetes ante una pila de redes, reparando apresuradamente una red de cerco de unos 800 m de longitud. Un puñado de pescadores acude a ayudarlas y cosen con grandes puntadas de hilo blanco algo improvisado -nos vamos enterando- que luego es sustituido por Chus y Rosa con una sólida reparación en la que todas las mallas están recién hechas y aseguradas con nudos. Los hombres, mientras intentaban pescar, rompieron a fondo su red la noche anterior, y este es ahora su castigo, dicen. Cada día que no salen al mar pierden mucho dinero, de ahí las prisas y las improvisaciones.
Las prisas, el frío y la humedad suelen formar parte del trabajo de las redeiras. Por eso hacen campaña para que se les aplique un coeficiente reductor que las equipare con los pescadores y les permita jubilarse anticipadamente debido a la dureza del trabajo. Remendar redes siempre ha sido un trabajo de mujeres y durante mucho tiempo se las ha pasado por alto y se ha apreciado poco. Hoy en día, es difícil encontrar recambio generacional para este trabajo. Para aprenderlo, las principiantes trabajan durante años codo con codo con las que ya saben hacerlo, al principio casi sin cobrar, lo que no atrae a nuevas aspirantes. Además, para las redeiras con experiencia no resulta atractivo dedicar su tiempo a la formación de las aprendices sin recibir una remuneración por ello.
Rosa nos muestra el cuaderno en el que anota cada red recién montada, en un sistema de notación que nos resulta ilegible.
Chus monta una red no funcional de material reciclado, de 10 x 20 m, que será utilizado como telón para la actuación en la nave de la Confraría de Pescadores de Porto do Son.
